En los 80, un convento navarro albergó a la comunidad del Arco Iris. En la actualidad, el edificio está habitado por monjes de clausura y las huellas de aquella época son imperceptibles. Dos cineastas se acercan al lugar atraídas por los testimonios de sus madres que, intentando desprenderse de las secuelas del franquismo, pasaron por la comunidad.